La Cuestión de la Verdad en la Iniciación
por Yemeth


Dion Fortune
"La Cábala Mística"

¡Nueva edición y traducción!


Filosofía Iniciación Jung Peligrosa Capilla


La Cuestión de la Verdad en la Iniciación




Al atravesar el sendero iniciático, desarrollamos una particular relación con aquello que llamaríamos “la verdad”.

Idealmente, al atravesar la primera Iniciación, la “Peligrosa Capilla”, salimos de ella como apuntaba Robert Anton Wilson, instalados en un escepticismo radical que lo cuestiona todo. Hemos aprendido a relajarnos en el astral. Este plano ha irrumpido en nuestro pequeño mundo material, nos hemos dejado devorar por él, y en la absoluta confusión hemos encontrado que un mundo sin Ley no es tan terrorífico. Esta es la manera de aligerar e incluso deshacernos del peso saturnino del astral, cuya aparición nos empuja a trazar una y mil narrativas para explicarnos lo que está sucediendo en una realidad que creíamos conocer.

Y más nos vale armarnos con ese escepticismo, ya que incluso si fuera posible esquivar esta iniciación, luego nos la jugaríamos al enfrentarnos sin haber adquirido semejante experiencia y actitud al caleidoscopio de ilusiones que vamos a encontrar en el triángulo del astral en el Árbol de la Vida cabalístico, las tres sefirot Yesod-Hod-Netzach.

Es demasiado fácil perderse en este astral en el que todas las formas parecen posibles y podemos confundir a una Sirena con un Ángel. Uno puede encontrarse con multitud de criaturas astrales, y seguro que unas cuantas de ellas estarían encantadas de hacernos creer que son el “Sagrado Ángel Guardián”, postulado por Abraham de Worms y al que aspira el mago ceremonial occidental, llevándonos así al desastre. Afortunadamente, ese escepticismo radical nos ayudará también a reconocer nuestro objetivo, como es el caso cuando nos encontramos con la Serpiente de poder que debemos integrar, que en términos jungianos denominamos “anima/animus”. Habiendo enfrentado la terrible deriva astral que supone la Peligrosa Capilla, habiendo vislumbrado allá a nuestro Ángel, resulta más sencillo reconocer a la Serpiente como el poder que buscamos, aunque en esta ocasión el Inconsciente se vista de “anima/animus” en lugar de presentarse como “sombra”.



Ahora bien, si logramos llegar a la segunda Iniciación, el Conocimiento y Conversación del Sagrado Ángel Guardián, la situación parece invertirse. Porque escuchar su Voz, es como escuchar por vez primera la Verdad con mayúsculas. Todo el escepticismo que habíamos atesorado y que tan buen servicio nos había dado salta por los aires cuando la mente intuitiva despierta.

Pero aunque las primeras impresiones son a menudo deslumbrantes, la percepción cuidadosa revela detalles que resultan difíciles de observar cuando hay demasiada luz.

Cuando discute sobre estas cuestiones en relación con el Conocimiento y Conversación en su obra “La Cábala Mística”, Dion Fortune, que consideraba a ese Ángel como el “Yo Superior”, habla de “intuiciones sin forma”, sin formas astrales de por medio:

“La característica primordial de este modo superior de pensamiento es que no consiste ni en voces ni en visiones, sino en pura consciencia; es una intensificación de la consciencia, y de esta aceleración de la mente proviene un peculiar poder de discernimiento y penetración que es de la naturaleza de una intuición hiperdesarrollada. La consciencia superior nunca es psíquica, sino siempre intuitiva, sin imágenes sensoriales. Es esta ausencia de imágenes sensoriales lo que indica al iniciado experimentado que se encuentra en el nivel de la consciencia superior.”

Por otro lado, el bueno de Plotino, que allá por el Siglo III d.C. llamaba Inteligencia, Nous o segunda hipóstasis divina a lo que hoy en magia ceremonial hallamos en el Conocimiento y Conversación, también consideraba que esto se encontraba estrechamente relacionado con una facultad, la “mente intuitiva”, que surgía en contraposición a la habitual “mente discursiva”. Mediante esta facultad hallaba Plotino el Mundo de las Ideas de su apreciado Platón; esta mente intuitiva sería la facultad capaz de captar las esencias de las cosas.

Mientras que la mente discursiva se dedicaría a utilizar el lenguaje para tratar de establecer una narrativa en torno a una serie de percepciones más o menos sólidas, la mente intuitiva es capaz de aprehender sin mediación alguna la esencia de las cosas. Esta mente intuitiva salta sobre la verdad como un depredador sobre su presa, mientras que la discursiva se dedicará a cocinar la presa ya capturada. La mente discursiva desconoce los patrones; puede refinar lo conocido, puede darle sabores muy distintos interpretando las cosas de una o de otra manera, pero no identificar un arquetipo.

Esto es, aunque en un primer momento nos pudiera dar la impresión de que habíamos pasado a hablar de la “Verdad”, el análisis nos lleva a entender que lo que hemos hecho es despertar una facultad que nos permite captar los arquetipos que estructuran y determinan la realidad.

Cuando utilizamos el Tarot, confiamos en que la aleatoriedad de las cartas nos brinde una colección coherente de símbolos a partir de los cuales podamos extraer algo sobre la dimensión arquetípica subyacente que rige una situación que queremos entender, para así volverla predecible. Cuando la mente intuitiva despierta en el Conocimiento y Conversación, podemos captar directamente el arquetipo. Y el primer arquetipo que vamos a captar es el que nos rige a nosotros personalmente, que es el motivo por el que se habla a menudo sobre aquello de averiguar la “Verdadera Voluntad” como consecuencia necesaria de esta segunda Iniciación, aunque realmente esta voluntad no se pueda “conocer”, ya que tan solo se puede “hacer”. Pero será también en la medida en que nos conocemos a nosotros mismos que podremos captar los arquetipos que rigen todo lo demás.




Cada vez, mi Voz será más indistinguible de la tuya.
Soy el Poder y la Verdad que habitan en el fondo de tu Corazón.



Resulta interesante considerar que, aunque a menudo se concibe el viaje iniciático como una escalera en la que uno “asciende”, podríamos tomarlo como un viaje hacia una relación más íntima con la realidad, a la cual nos acerca aún más el acceso a lo arquetípico. Es llamativa también la oposición entre esta idea y las fantasías idealistas que confunden la Iniciación con el escapismo.

No te saca del mundo. No te anula. Al contrario. ¡Lucha! ¡Conquista!

Ahora bien, las lecciones de ese Yo más profundo que llamamos Sagrado Ángel Guardián y todo este encuentro con la “Verdad” no suceden en un tubo de ensayo, y tienen sus consecuencias en la vida diaria. Y es que uno descubre que, a partir de entonces, todo aprendizaje verdaderamente útil va a venir del Ángel. No hay maestro ni autoridad externa alguna. Todos adquieren una absoluta irrelevancia. Ya apuntaba Abraham de Worms en “La Magia Sagrada de Abramelín”, que uno puede aprender de otros las técnicas que le permitan lograr el Conocimiento y Conversación, pero la Verdadera Magia la aprenderá de su Sagrado Ángel Guardián y de ningún otro.

Desde esta perspectiva, resulta que un suceso que parecía oponerse al escepticismo radical con el que afrontamos la Peligrosa Capilla, está en realidad profundizando aún más, en la misma dirección. Como consecuencia del Conocimiento y Conversación, toda perspectiva previa en la que se pretendiera hallar autoridad y entendimiento en el exterior es devaluada. En la primera Iniciación esto sucedió porque la realidad exterior estaba regada de infinitas narrativas mutables que luchaban por hacerse falsamente sólidas, que previamente habíamos tomado como realidades finales pero que no eran más que interpretaciones que podemos aprender a utilizar para modificar nosotros mismos la realidad. Tras la segunda, que es el Conocimiento y Conversación, miramos aún más hacia dentro porque en nuestras profundidades encontramos la dimensión de lo arquetípico.

La fuente de conocimiento que supone el acceso a la dimensión intuitiva que hallamos en el interior, vuelve irrelevante en comparación todo lo que podamos obtener de fuentes externas.

Siendo más concreto, aunque podemos comparar notas e interesarnos por lo discursivo de otros que compartan nuestra experiencia (y personalmente disfruto leyendo a verdaderos adeptos como Dion Fortune y Aleister Crowley), ni siquiera aquellos que estén más avanzados que nosotros suponen ya una verdadera fuente de conocimiento. No existe texto sagrado alguno, todos son entretenimientos irrelevantes cuando se los compara con la palabra que surge del interior.

En mi experiencia personal esto llega hasta tal punto que, si me encuentro en un estado de consciencia normal, como sucede la mayor parte del tiempo, y tengo algún tipo de duda acerca de lo iniciático, lo que consulto son los apuntes que tengo de las conversaciones con eso que por convención llamo “mi Ángel”. Mis “textos sagrados” son las anotaciones de esas comunicaciones, que afortunadamente registro exhaustivamente. No existe ninguna otra cosa, ninguna Biblia, ningún gurú, ninguna tradición establecida, ningún libro sagrado que se le acerque siquiera.

Me puede interesar cuadrar mis apuntes, sin duda, pero nada es equiparable a esa conexión hacia dentro en la que uno no está procesando palabras sino reposando en una profunda calma emocional, uniéndose en lo arquetípico a las cosas que desea inteligir.




Los “maestros” no valen, solo hay un Maestro y hay que dejarle pasar, solo hay que dejarle pasar.


Esto supone también otra consecuencia con la que es inevitable manejarse, que para algunos resultará más complicado que para otros, y es la tendencia a aislarse. Un cierto desapego del mundo, que ya estaba presente y era necesario para lograr el silencio mental que propicia el Conocimiento y Conversación, se une a que esta relación con el “Yo Interior” devalúa la relación con los demás en lo que respecta a la adquisición de la “verdad”.

No es algo que suceda a nivel emocional, donde puede más bien producirse un efecto opuesto. Pero sí sucede, y tiene profundas consecuencias, respecto a que no podemos compartir con nadie ese enlace tan íntimo con nuestro núcleo más interno, con esa dimensión en la que vemos cuáles son los arquetipos que nos atraviesan y explican la realidad.

Resulta destacable que, en oposición a una escolástica que pretendiera un conocimiento místico de carácter discursivo, la manera en la que podemos aproximarnos a la dimensión arquetípica que estructura la diversidad de formas que pueblan la realidad sea mirando hacia dentro.

Pero, al mismo tiempo, las lecciones que muestra la primera Iniciación acerca de la volubilidad de las interpretaciones de la realidad, siguen siendo válidas. El acceso al nivel arquetípico de lo real no ocluye ese otro nivel en el que hacemos una interpretación de corte narrativo de los hechos que suceden en la realidad exterior, e incluso de los devenires que determinan estos arquetipos. Esta interpretación, esta imaginación o incluso este Arte, digna función de la mente discursiva, resulta decisivo para gestionar nuestra perspectiva sobre la realidad, la narrativa con la que hilamos, a partir de la cual planificamos y determinamos lo que es posible hacer con ella.