Cábala Griega (I): Supernales
por Zolhom


Dion Fortune
"La Cábala Mística"

¡Nueva edición y traducción!


Antigüedad Dioses y poderes Qabbalah


ADVERTENCIA PARA EL LECTOR

Aunque pueda parecer, en ocasiones, que este trabajo ha sido concienzudo, la realidad es que, la mayoría de las veces, escribo a bote pronto, sin buscar las fuentes o referencias de lo que afirmo e, incluso también, sin creer verdaderamente yo mismo en lo que estoy diciendo. Puesto que un trabajo en término contrario sería tedioso, largo e iría en contra de la suma esencia de mis fuentes cognitivas: el más puto completo caos; este ensayo será redactado en la más absoluta anarquía intelectual.

Por lo tanto, no hay que alarmarse si, en alguna o varias ocasiones, contradigo a toda la tradición milenaria o al propio sentido común, no lo hago porque me crea superior a nadie o porque piense que poseo conocimientos únicos, solo considero la libertad cognitiva esencial y, por encima de todo, mucho más divertida. En resumen: esta es mi pelota y me la follo cuando quiero mis divagaciones mentales, a menudo, en lugar de estrecharle la mano al conocimiento ajeno, lo golpea como si estuviese en un concierto de The Prodigy.


«This is live from behind the wall
Sitting, starring at the wall
I'm fit to pop out this bitch like a newborn
I'm fit to cut out all the smoking and the drinking»

Real Power Is People, The Prodigy (2008).



INTRODUCCIÓN.

Nunca antes, salvo de pasada, me había metido a conocer el significado de la Cábala. Tal vez fuera porque todo lo referente a lo hebreo, al igual que las otras dos religiones del Libro, me pereció siempre muy casposo. No lo niego, no siento animadversión por el castigado pueblo hebreo, pero siempre lo he visto como algo ajeno.

Bien, no obstante, para hacer correctamente este trabajo quería saber de qué leñes estaba hablando y la Wikipedia se me queda cutre y corta muchas veces. Sin embargo, esto me sirvió de excusa para iniciar un conocimiento al que, hasta ahora, había pasado por alto, pese a ser la mayor referencia occidental en cuanto a magia. Para ello, para saber sobre qué iba a escribir, tomé el volumen de «La Cábala Mística» de la buena de Dion Fortune (ya había leído algo de ella y me gusta como escribe).

Mientras leía, me sentí muy cómodo, sentí que lo que estaba leyendo no era tan casposo como aparentan las largas barbas de los rabinos hebreos ni tan ajeno. Además, la asimilación de las esferas a los planetas jugaba a mi favor. Me pareció esclarecedora, haciendo más comprensible lo que se decía. De modo que empecé a leerlo de nuevo, pero empecé a leerlo como si estuviera leyendo un volumen sobre mitología. Y hete aquí la madre del cordero.

Por lo tanto, sobre esto va a versar mi trabajo, sobre porqué fue una buena decisión dejar de consumir drogas la perspectiva helenística que subyace tras el conocimiento iniciático de la Cábala Hebrea. Supongo que dedicaré un último epígrafe a las conclusiones así que no diré mucho más.

«No debemos olvidar que, en magia como en música, cada uno tiene que tocar sus propias notas, pues éstas no se encuentran ya hechas de antemano.»
Dion Fortune, La Cábala Mística (1935).



KETHER: UN ORIGEN COMÚN.

Todas las esferas inferiores a La Corona planteaban un intercambio fácil con un conocimiento mitológico, pues ya estaban asociadas a un dios del panteón grecorromano. Pero con la primera no era así. Por supuesto, lo más fácil era otorgarle tal privilegio a Zeus, pero este ya tenía su esfera bien definida. Por lo tanto, tuve que entregarme a la labor de buscar un rey para este trono vacío cual General Prim. Espero no sufrir las mismas consecuencias que vuecencia.

Retrotrayéndonos al origen de las distintas teogonías, siempre surge el nombre de una deidad primordial, un tanto desconocida, que no participa de las confabulaciones olímpicas del resto de deidades y que era muy admirada por los órficos, culto que influyó considerablemente en el pensamiento religioso en épocas posteriores. Me refiero aquí al dios Fanes. Fanes (Φανης), cuyo significado es algo así como ‘el que resplandece’ y cuyo apelativo era Protogonos (Πρωτογόνος): ‘el primero nacido’, ofrecía un caudal simbólico perfecto para lo que en adelante iban a ser mis desvaríos. A menudo era identificado con Eros (o llamado así anteriormente), situando al Amor como motor (primum mobile) del cosmos:

«Pero los Órficos dicen que la Noche de alas negras, diosa por la que incluso Zeus sentía un temor reverencial, fue cortejada por el Viento y puso un huevo de plata en el seno de la Oscuridad; y que Eros, salió de ese huevo y puso en movimiento al Universo.»
Creo que Robert Graves.


Como es habitual, los nombres, las progenies y todo lo demás varía depende a qué persona, pueblo o comuna de hippies griegos acudas. Lo importante aquí es la idea que subyace, es decir, el conocimiento que se trata de trasmitir, pues las historias solo eran una descripción de los misterios que se ejecutaban en los templos y otros lugares sagrados. Casi siempre se suelen traducir los mitos en términos de sucesos profanos. Si una deidad tenía un pleito con otra es porque tal ciudad era hostil contra aquella otra donde rendía culto a la deidad correspondiente. Y es posible que haya casos en los que se corresponda el mito con una narración de acontecimientos meramente históricos. Pero sería de sentido común entender que no siempre sucediera así, porque, de lo contrario, estaríamos admitiendo que su religión estaba vacía, es decir, que sus templos carecían de cualquier clase de conocimiento místico y teológico, y como resulta, sus mitos no podrían describir otra cosa más que simples sucesos históricos o sociológicos. Esta explicación, empleada in extremo, me parece infantiloide y simplista, y lo único que revela es que quien las realiza de manera sistemática pone por delante el velo negativo de su propio sesgo religioso por encima del puramente académico. Debería estar ya superada la noción del hombre antiguo como un ser ridículamente crédulo y de ver la sociedad antigua «como un niño», pues esos mismos hombres calcularon la dimensión de la esfera terrestre e intuyeron el heliocentrismo y los átomos, mientras que se considera más serio, civilizado y coherente el cristianismo medieval donde se pensaba que la tierra era plana y donde probablemente te sacarían los ojos por el culo si pretendieses insinuar lo contrario.

Por lo tanto, deberíamos considerar que hay un conocimiento oculto que se haya inevitablemente perdido por la destrucción de los cultos, los templos y la persecución finalmente de todas las personas que se saliesen por la tangente. Y que ese conocimiento que, o bien no estaba escrito, o bien esos escritos fueron quemados junto a muchos otros, debió de haberse transmitido subversivamente a través de relatos que entretenían al pueblo pero que a la vez transmitían una información capaz de ser adquirida por aquellos que poseyeran ciertas claves. Es como cuando Jackie Chan enseña kung fu al hijo de Will Smith poniéndose y quitándose una chaqueta, enseñar kung fu a un niño de 12 años puede ser complicado, tanto como enseñar las verdades del universo a un pastor de la Beocia en el siglo III a.C., sin embargo, un gesto cotidiano como ponerse la chaqueta, no, y quizás al final sea lo mismo. Finalmente, Jackie, cuando le revela a su pupilo que todo ese tiempo haciendo el vaina con la chaqueta estaba realmente aprendiendo artes marciales sin darse cuenta, sentencia: el Kung Fu vive en todo lo que hacemos.

Bien, frikadas aparte, Fanes es representado como un ser hermafrodita, con alas doradas, una corona de fuego, una antorcha en su mano derecha y un bastón en su mano izquierda. Tres cabezas de animales le acompañan: un león, un toro y una cabra y, rodeando su cuerpo, una serpiente ascendente. A su alrededor la rueda del horóscopo cierra su simbología (relieve de Emilia-Romaña, s.II a.C.), de la cual puedo extraer, casi punto por punto, un modelo primitivo, tal vez una síntesis, del Otz Chaim, tal como un Adam Kadmon. También se decía que sobre su espalda tenía ubicados sus genitales, aunque no puedo negar que esto ya se me escapa de las manos.

El término más importante, es que no sólo es el primer dios sino, más bien, que es el primer soberano del Cosmos pues, como veremos más adelante, su trono se va heredando como en una dinastía.

Especialmente, me gustaría hacer referencia a un término escurridizo, que casi pasa desapercibido, y que Fortune llama en «Los títulos dados a Kéther» como lux oculta y lux interna. En el Himno VI (órfico) dedicado a Protogonos aparece, en pocos versos, varias veces esta contradicción: ‘oculto’, ‘las brumas de tu oscuridad la vista aclara’, ‘de oscuros y brillantes ojos’. Y esto es comentado así: es la mónada inteligible, el principio creador […] es el oculto intelecto revestido de Luz. O sea, el Creador, el que estableció el orden del Universo (Josefina Meynadé, 1973). Esto hace referencia también a Zeus debido al mito de la fagocitación, pero eso lo veremos más adelante.

Importante aquí son tres mitos: la gigantomaquia, la fagocitación de Fanes y el nacimiento y muerte de Dionisio, pero que veremos más adelante, en la quinta y sexta esfera.

«Inefable, oculto, flor omnirresplandeciente.
Las brumas de tu oscuridad la vista aclara
difundiendo doquiera la pura, radiosa y santa luz.
Por ello se te ha denominado Fanes, la gloria de los Cielos,
que flotante, formando círculos, atraviesa el mundo.
Engendrador, de oscuros y brillantes ojos, a ti te canto,
genial, prudentísimo, rey para siempre bienaventurado.
Con alegre disposición, en estos divinos ritos
ilumina, propicio, al puro Iniciado.»

Fragmento del Himno VI, J. Meynadé (Himnos Órficos, 1973).



KJOKMAH: EL SEGUNDO DE LOS REYES DEL COSMOS.

A lo largo de la lectura, esta esfera daba tumbos en mi cabeza como quien se sienta en una mesa coja y se le derrama constantemente la cerveza: no podía ser que el Árbol fuera símbolo del universo, cada esfera un planeta y esta esfera fuera… el zodiaco. Así bien, en mi segunda lectura decidí reemplazarla por una deidad: si el zodíaco es el espacio o, al menos, el espacio lejano, más allá del sol y la luna, ¿qué deidad representa mejor ese espacio? Momentáneamente otorgué ese privilegio a Nix, pero, siguiendo con la narrativa mitológica, la Noche recogió el cetro del trono de Fanes sólo para dárselo a su hijo Urano cuyo nombre significa ‘el firmamento’. Así que continúe leyendo la segunda esfera en clave uránica. Y la clave del mito de Urano, quién en época clásica ya apenas tenía un culto vivo, estaba en su capacidad generadora. Esta «huella genital» ha sobrevivido en numerosas raíces, en nuestro idioma, referidas a los órganos sexuales (urólogo, orina, uretra…). Podríamos hacer una lista de todos los hijos y razas que este papuchi celestial engendró, pero de nuevo, las listas me parecen aburridas: «zolhom abhorret ab tabulas».

El término aquí es que tras el inefable y brillante Fanes llega un dios cuyos principales hitos han sido el de engendrar un sin fin de criaturas, es una materialización o concretización del poder de su padre en otros seres. Su cometido es el de insuflar esa corriente vital que en Fanes parece estática, abstracta e inalcanzable y que aquí es totalmente dinámica y activa. Junto a su reina Gea, Cielo y Tierra se pusieron las botas y engendraron a la primera generación de dioses: los titanes; y a lo cíclopes y a los centimanos, que eran gigantes de cien brazos y cincuenta caras que, aparte de ser hijos de Urano y Gea, también debían de ser unos hijos de puta que no veas.

Y es precisamente en Urano donde se conectan Otz Chaim y Κόσμος. Toda creencia que se precie puede llegar a intuir el concepto de «mónada», pero en estas dos esferas los conceptos parecen encajar al unísono, en significados e incluso en símbolos, aparte de los ya mencionados, Fortune especifica: «el falo, el lingam y el cetro de poder» que, en Fanes, observamos sostiene en su mano izquierda (derecha si se mira de frente el relieve, si se mira desde atrás no se ve nada, pero estaría en la izquierda). Pero, aunque numerosa fue la prole de Urano, uno de entre todos ellos destacó. Cronos en venganza por haber desterrado a sus hermanos, los cíclopes y los hecatónquiros (los cabrones de muchas manos), al Tártaro, lideró a los titanes para emboscar a su padre mientras dormía.

Cronos puso fin al desbordante caudal creador de Urano de la manera más drástica posible: le cortó las pelotas y las tiró al mar. Los mitos parecen querer especificar que Cronos, y esto no es broma, agitó los genitales al viento en señal de victoria con su mano izquierda y por eso, desde entonces, a los zurdos se nos considera subnormales. Pero no solo pondría coto a su fuente sino a toda la corriente vital: Cronos, es decir, el Tiempo, ahora soberano, había puesto una fría losa sobre la cabeza todos los seres vivientes. En adelante, ya todo tendría un final, la fuerza primigenia emanada de Fanes nunca más resplandecería eternamente expansiva, a partir de entonces, y para todos los seres, llegará un día en el que el Tiempo reclame su final.

«Mientras vivas, brilla,
no te apenes en absoluto.
El vivir dura poco,
y el Tiempo exige un final.»

Epitafio de Sícilo (segunda centuria a.C.).




BINAH: UN SÍMBOLO BINARIO.

Cronos es ahora el nuevo soberano del Cosmos. Sin embargo, había llegado a este trono mediante la castración de su padre, y éste lo maldijo (y quién no) profetizando su destronamiento por uno de sus vástagos, de modo que, como ya sabemos, comenzó a comérselos: primero a Hestia, luego Deméter y Hera y, por último, Hades y Poseidón. Y, de nuevo, vemos como Cronos representa la contracción de la vida, de la corriente vital que emanó de la mónada. Representa la venganza y el odio, la represión, el encadenamiento y la castración de la fuerza dinámica y resplandeciente.

Solamente mediante la argucia, Rea consigue engañarlo y le entrega una piedra envuelta en pañales para ocultar al sexto hijo: Zeus. Zeus, una vez creció y se armó de poder, liberó del Tártaro a los cíclopes y centimanos y engañó nuevamente a su padre, al que le entregó un vomitivo (en otras versiones chupitos de jägermeister) con el que consiguió liberar a todos sus hermanos, degomitándolos Cronos en el sentido inverso al que los había devorado, siendo por tanto Hestia la última de todos.

A continuación, se desencadenó un enfrentamiento entre ambos bandos conocido como la Titanomaquia. Sin embargo, pese a la colosal batalla que sostuvieron los titanes, los futuros dioses olímpicos, junto a los cíclopes y a los centimanos aplaudiendo caras, no tuvieron rival: Cronos fue desterrado y los titanes encerrados en el Tártaro. Zeus era el nuevo soberano del Cosmos y una nueva era de orden y equilibrio parecía que iba a comenzar.

De esta parte a la explicación de la cuarta esfera gobernada por Zeus, sólo resta un sombrío y fatídico pasaje, sin embargo, Fortune expresa la esfera de Binah en término binario: tanto de Saturno como de una Gran Diosa. Narrado el tiránico reinado de Cronos y comentada su simbología, veamos de nuevo esta esfera mediante otro enfoque, y dadas las singularidades extraídas tanto de unas fuentes como de otras, no hay ninguna duda de que debemos hablar de Hera.

«Siendo chiquitita la comen, la vomitan
Y luego se enfrentó a su papá.
Recta y arrogante, belleza deslumbrante
La diosa del espacio sideral.»

Hera, Pascu y Rodri (2021).




Si Saturno es visto como el oponente, aquel que nos pone a prueba, no hay ninguna duda que, en las narraciones heroicas de los semidioses, especialmente aquellos engendrados por Zeus, Hera encarna ese arquetipo. Para entender a Hera en la esfera de Binah hay que depositar a Zeus en la de KJOKMAH: «Continúa [KJESED] la obra de Kjokmah, organizando y preservando cuanto el Padre universal ha concebido o generado (La Cábala Mística)». No hay que olvidar que, sensu stricto, no solo Cronos sino también los titanes, eran gobernantes y, una vez abandonan sus ministerios, éstos debieron ser asumidos por la nueva generación olímpica y por ministerio, vamos a entender esferas del Árbol. Por tanto, «Zeus, una vez convertido en señor del Olimpo comenzó a poner orden en el mundo y a intervenir en la tierra. Y hay que decir que el modo en el que Zeus pone orden en el mundo es muy particular. Zeus se dedicó a poner orden en el mundo uniéndose con distintas mujeres: casándose o ayuntándose de formas diversas, muy diversas, para engendrar nuevas divinidades o nuevos héroes, según la naturaleza de la mujer con la que se uniera, que servían para ordenar la creación y el mundo (Eva Tobalina).»

Zeus es un nuevo engendrador de seres, igual que Urano, pero con huevos, aunque la forma de engendrar es diferente, eso lo veremos más adelante. Resumidamente, vuelve a representar el caudal de energía vital emanada por «Fanes», concretizada en un sinfín de seres y engendros por «Urano» y ahora, de una manera más refinada por «Zeus», quien no crea bestias sin control, sino que crea orden, dioses y héroes, a través de sus uniones.

Hera es su contraparte, es una idea más refinada de la contracción de la fuerza activa: su pretensión es, básicamente, que Zeus no le sea infiel, es decir, no es la aniquilación total de esa fuerza, sino un intento por mantenerla dentro de su matrimonio, de conducirla por los canales adecuados, de redirigirla. Solo cuando Hera erra en estos cometidos, y suele errar más tarde o más temprano ya que esa energía es incontrolable, es cuando procede a su aniquilación: manifestada simbólicamente en la multitud de venganzas que lleva a cabo contra toda mujer que yace con su marido y contra los vástagos que nacen de estas uniones. Si a Saturno lo vemos como el gran arquetipo que nos opone grandes pruebas y difíciles obstáculos por el camino, a lo largo de diversas narraciones heroicas vemos que es Hera quién cumple este papel, siendo los semidioses como Hércules, poseedores de esa fuerza vital.

En este sentido, una interpretación más allá de las simplonas respuestas pseudo-sociológicas, es un aprendizaje o lección: una fuerza desbordante debe ser refinada, conducida por las vías adecuadas que, implican casi siempre, un aprendizaje correcto en el seno familiar (simbolizado por el seno materno, «mujer» como «símbolo de familia y educación»). Si estas fuerzas innatas no son correctamente dirigidas, refinadas y refundadas en actos concretos y, por el contrario, se dispersan sin orden, se expanden en cualquier dirección y se desperdician en tareas estériles mientras se abandonan los terrenos fértiles, esas fuerzas deben ser aniquiladas, esa fuerza no sirve a la sociedad, no sirve a nada, es fútil: pólvora mojada. En castellano podemos utilizar un término que ejemplifica perfectamente esta situación diciendo que ‘es una fuerza que se desmadra (literalmente que se separa de la madre)’. Como decía aquel eslogan de Pirelli en los años 90, «la potencia sin control no sirve de nada».

Obviamente, Zeus no cumple sus votos de fidelidad y yace fructíferamente con multitud de seres, tanto féminas como, a veces, hombres, engendrando a diversos seres, entre ellos multitud de semidioses mortales. Cuando esto ocurre vuelve a aparecer Hera, ya no como arquetipo de la educación en el seno familiar, sino como adversario manifiestamente declarado, el héroe, deberá superar sus pruebas, deberá refinar su fuerza o ser aniquilado.

Finalmente, esa fuerza escapa al control, pero de una manera muy específica: es la emancipación juvenil que hace separar del seno familiar a las personas. Dejándole a esa fuerza un resquicio por donde liberarse y descubrir nuevos caminos, emanciparse y expandirse después de haber sido refinada, pues demasiado control es también una forma de malograr el espíritu. Imagen que Fortune expresa en los «Títulos dados» como Madre estéril y Madre fecunda para la misma esfera (BINAH). Por tanto, la lucha de estas dos fuerzas que unidas se contraponen, Zeus-Hera, explican cosmológicamente dos potestades universales que se complementan y contraponen: la fuerza y la forma, las antiguas leyes que deben ser obedecidas y las nuevas ideas de las jóvenes generaciones que buscan romperlas, los dos pilares de Otz Chaim.


EL ABISMO: LA GIGANTOMAQUIA.

Antes de situarnos en la esfera que gobierna Zeus, en el propio Árbol surge una figura llamada el Abismo. Bien, sobra decir que de estas cosas no entiendo una puta mierda nada, siendo este ensayo solamente ideas peregrinas que me han ido surgiendo mientras leía. Pues bien, dicho esto, lo primero que me llamó la atención fue hecho denominar con el término «Abismo» a un lugar situado en lo alto de un árbol ¿o acaso hubo en Oriente Medio árboles con abismos en sus copas? Máxime cuando hay algo dentro del organigrama del propio Otz Chaim que sí puede corresponder a un abismo, me estoy refiriendo a los Qliphots. ¿Por qué, entonces, desperdiciar este término aquí y no usarlo bajo MALKUTH?

Después de haber vencido a los titanes y de que éstos hubieran sido encerrados en el frío Tártaro, otros seres, los gigantes, escalaron a las cumbres de las montañas más altas y se abalanzaron sobre los cielos para asaltar el Olimpo y vengar a sus hermanos. Estos gigantes eran producciones abominables, monstruosas calamidades deformes cuyas extremidades inferiores eran representadas siempre con varias serpientes o tentáculos, y sus torsos con varios brazos o varias cabezas. Como un relato de Lovecraft, pero sin viajes en el tiempo. Eran vástagos que la Tierra había tenido sin ayuda de varón (partenogénesis). Gea, la Madre Tierra, también era representada de una forma muy peculiar: la parte inferior de su cuerpo se encontraba hundida en la tierra, su propio elemento, mientras que su torso se erguía sobresaliendo por encima, a la altura del vientre o del pecho.

«Entre todos los gigantes, entre todas las abominaciones salidas de la Tierra, había uno particularmente espantoso, se llamaba Tifón. Tifón era tan alto que, cuando se erguía completamente, su cabeza chocaba contra el cielo, era tan grande que, cuando desplegaba sus brazos y los abría en cruz, un brazo tocaba el límite del mundo por el oriente y el otro brazo tocaba el límite del mundo por el occidente. Tenía dos ojos refulgentes que escupían fuego, a su espalda tremendas alas, de la cintura salían serpientes, víboras y tentáculos y, en lugar de dedos, tenía cien cabezas de dragón que escupían fuego (Eva Tobalina).» Tan alto y tan grande como el cosmos, es decir, como Adam Kadmon, Otz Chaim o Fanes… Pero de las profundidades, un orden universal oscuro, surgido de las abisales entrañas de la Tierra.

Fortune, habla de una serpiente en términos de la Caída (mito de la Caída) que alcanzó las cuatro esferas inferiores pero que no trasciende de Tiphareth, a la que llama Serpiente del Abismo (sí, con mayúsculas). Aunque después, hablando de una serpiente, a la que llama Serpiente de la Sabiduría, afirma que ésta representa «la aurora de la conciencia: es el símbolo de la Iniciación; en el sendero que siguen los Iniciados […], conduciendo con ella a la raza.» Afirmando también que «el Rayo Zigzagueante, en su marcha descendente por el Árbol, habiendo alcanzado su punto terminal en Malkuth, se ve reemplazado por la Serpiente de la Sabiduría, cuyas espirales forman la ascensión inversa, hasta que su cabeza alcanza a Kether.»

Pues bien, en primer lugar, lo que creo es que Fortune se hace el chocho un lío con las serpientes la serpiente del Abismo es la misma que la de la Sabiduría y que ésta no solamente alcanza las cuatro esferas superiores si no que llega, al menos, hasta el «Abismo», como más tarde ella misma dirá, puesto que, en términos cronológicos, aquí se sitúa este episodio.

En segundo lugar, y para poner las serpientes y las escaleras en orden, hay un poder generador simbolizado por el rayo zigzagueante que emana desde la fuente primordial y que, a través de su descenso va formando el cosmos, pero que también se va influenciando por él. Cuando acaba en la tierra de MALKUTH, que, tras la creación, es una tierra aún primitiva y salvaje, todos los poderes son colosales. Sin embargo, mientras que unos reinarán sobre los hermosos y cálidos salones del Olimpo que flota sobre el sutil éter, otras potestades, las abominables serpientes engendradas por la tierra, son relegadas al frío y oscuro manto que subyace bajo la tierra, su elemento, y toman entonces todo su poder para tratar de invertir el orden cósmico y, aunque no lo consiguen, llegan a rozar los pomos de las puertas de estos salones celestiales. Estas son las Grandes Serpientes que aparecen en este mito, siendo la peor de todas ellas la llamada Tifón, y que corresponderían a esa Serpiente del Abismo que menciona Fortune.

Tras esto habrá otro orden de seres que buscarán ascender. Me refiero a los héroes. Los héroes son siempre semidioses: mitad dioses y mitad mortales. O, dicho de otra forma, tienen una naturaleza dual: por una parte, su espíritu forma parte del rayo zigzagueante, de la corriente vital emanada de Fanes, reproducida por Urano y conducida por Zeus, pero, por otro lado, son de carne y hueso, son de la misma materia que la Tierra, por lo que, al menos en parte, también son hijos de Gea. En numerosos relatos se narra como el héroe trata de derrotar a una gran serpiente para continuar su ascenso, estas serpientes (Pitón, Cerbero, Ladón, Hydra) podrían simbolizar su propia energía que debe ser enfrentada, derrotada y refinada, según el mito, para continuar el ascenso, caso contrario, el héroe perecerá (sí, Cerbero es medio serpiente también). En el mito cristiano, y sus herejías en mayor o menor medida místicas, al que podemos asimilar esa otra «Serpiente de la Sabiduría» de la que nos habla Fortune, la víbora no se combate, sino que ahora «aconseja y asiste». Podríamos hablar de una segunda categoría de relatos en los que esta energía telúrica aparece más dócil y amistosa con el ser humano, no se describe deformada en un gran monstruo sino, más bien, en un amigo de la raza humana. En esta segunda clase de mitos podríamos hablar de Prometeo, quien también era hijo de Gea, y que, compadeciéndose de la humanidad, nos regaló el «fuego de los dioses». El símbolo es el mismo: la serpiente simboliza ese poder de ascensión que debe ser depurado constantemente mientras asciende, igual que la piel del reptil que se renueva inexorablemente para no perecer en su viaje. Es, por tanto, el poder que debe de tomar el héroe que busque trascender. Es importante aquí citar un detalle: muchas de las antiguas ceremonias rituales, sobre todo aquellas que tenían un carácter místico, tenían lugar, no en idílicos parajes, sino al contrario, en el interior de grutas y cavernas que, a menudo se encontraban en las montañas. Una explicación para esto es que los gases que emanan del interior de la tierra, como sucede en Delfos y también en Cumas, servían para provocar el éxtasis en las sibilas o en cualquier otra clase de oficiantes según los ritos (a veces mezclados con otros tóxicos como el vino, el hidromiel o las hojas de laurel). Cabe aquí recordar aquella parte del mito en la que se dice que los gigantes «escalaron a las cumbres de las montañas más altas y se abalanzaron sobre los cielos para asaltar el Olimpo». También es interesante analizar la propia etimología de Prometeo teniendo en cuenta todo esto.


ALGUNAS ANOTACIONES SOBRE LOS GIGANTES: EFIALTES Y LA LUJURIA.

Efialtes era el caudillo de los gigantes antes de que apareciera Tifón y todos los dioses salieran huyendo. Hera había profetizado que ningún dios, tan solo un mortal, podría acabar con los gigantes, de modo que los dioses fueron en busca de Heracles (sí, es un anacronismo), no sin antes hacerse con cierta hierba secreta que otorgaba el don de la invulnerabilidad. Una historia cuenta que el gigante Porfirión agarró a Hera por el cuello y, derribándola en el suelo, intentó estrangularla. Eros que veía la escena horrorizado tomó sus armas y pensó: «pos le meto con esto mismo» atravesando con una de sus flechas el hígado del gigante, pero las flechas de Eros no matan… De modo que tornó su ira en lujuria he intentó ultrajarla.

Robert Graves comenta sobre estos hechos que «hay, no obstante, un elemento religioso oculto en la fábula. Estos gigantes no son de carne y hueso, sino espíritus nacidos de la tierra, como lo prueban sus colas de serpiente, y sólo se los puede vencer mediante la posesión de una hierba mágica. Ningún mitógrafo menciona el nombre de la hierba, pero era probablemente la ephialtion, un específico contra las pesadillas. Efialtes, el nombre del caudillo de los gigantes, significa literalmente «el que salta sobre» (incubus en latín); y la tentativa de Porfirión de estrangular y violar a Hera, y de Palante de violar a Atenea, indican que la fábula se refiere principalmente a la conveniencia de invocar a Heracles, el Salvador, cuando uno se ve amenazado por pesadillas eróticas».

Si en la esfera de Fanes señalábamos al amor como un posible primum mobile, entre otros motivos porque el propio Fanes era conocido como Eros en tiempos anteriores, en esta fábula vemos como lo que empuja a los gigantes es una degradación del amor: la depravación y la lujuria. En términos cabalísticos, y si no he entendido mal a Fortune, los Qliphots son las degradaciones o vicios de las fuerzas que se manifiestan o que representan las esferas del Árbol.

También merece mención, aunque sea solo de pasada (en verdad es sólo de pasada porque no lo comprendo del todo), el gran número de etimologías que contienen los nombres de estos gigantes que nos refieren al mundo de los sueños, hemos mencionado a Efialtes que significa íncubo, pero también están Alcioneo, Mimante o Hipólito (que tiene nombre de gerente de un Mercadona), entre otros. No las mencionaré en detalle porque se pueden consultar en «Los Mitos Griegos» de R. Graves y porque ya vamos por la undécima página.