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Seamos personas prácticas, no parlanchines de cotilleos y trivialidades.
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Un ritual no es una formalidad melancólica; es un Sacramento, una Danza, una Celebración del Universo. El Universo es un arrebato sin fin, salvaje e incontenible, una pasión desenfrenada de velocidad. Los astrónomos nos lo cuentan sobre la Gran República de las Estrellas; los físicos dicen lo mismo sobre la Pequeña República de las Moléculas. ¿No será la República Mediana de los Hombres semejante a ellos? El ético cortés se niega; su ideal es la solemnidad fúnebre. Su horizonte está delimitado por la muerte; y su catalejo está empañado por la idea del pecado. El Nuevo Eón proclama al Hombre como Dios Inmortal, eternamente activo para hacer Su Voluntad. Todo es Alegría, todo es Belleza; esta es la Voluntad que celebramos.
En este verso vemos cómo el despertar nos lleva a una acción ordenada y con propósito. La Alegría y la Belleza son la prueba de que nuestras funciones son libres y adecuadas; cuando no sentimos placer, ni encontramos nada que admirar en lo que hacemos, lo estamos haciendo mal.
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