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La cantinela de la democracia condenada. Es inútil pretender que los hombres sean iguales; los hechos lo desmienten. Y nosotros no vamos a quedarnos, aburridos y contentos como bueyes, en el rebaño de la humanidad.
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Por "el pueblo" se entiende esa raza de perros azotados, quejumbrosos y serviles, que se niega a admitir su divinidad. El pueblo siempre teme por su pan y su mantequilla -cuando sus tiranos le permiten tener algo de mantequilla- y de vez en cuando el pan está compuesto en un 60% por sucedáneos que eran originalmente alimento para el ganado. (Comida para bestias, incluso el New York Times del 13 de noviembre de 1918, E.V. lo menciona.) Así que, por temor, no se atreve a golpear. Y cuando comiencen los problemas, nosotros, los aristócratas de la Libertad, ya sea desde el castillo o la cabaña, la torre o el edificio de apartamentos, tendremos a la turba de esclavos en nuestra contra. Los periódicos nos señalarán que "el Pueblo" prefiere morir de hambre, y agradecerán a John D. Rockefeller el permiso para hacerlo.
Aún más profundo, hay un significado en este verso aplicable al proceso de iniciación personal. Por "el pueblo" podemos entender la turba multicéfala y mutable que pulula en los suburbios de nuestras propias mentes. La mayoría de los hombres están casi totalmente a merced de una masa de emociones ruidosas y violentas, sin disciplina ni organización alguna. Oscilan con el estado de ánimo del momento. Carecen de propósito, previsión e inteligencia. Son movidos por instintos ignorantes e irracionales, muchos de los cuales desafían la propia ley de la autoconservación, con una estupidez suicida. La Idea moral que llamamos "el pueblo" es el enemigo natural del buen gobierno. Aquel que es "elegido" por Hadit para el Reinado debe, en consecuencia, estar "contra el pueblo" si quiere llevar a cabo alguna política coherente. Los gusanos del "amor" devoraron a Marco Antonio como lo hicieron con Abelardo. Por esta razón, la primera tarea del aspirante es desarmar todos sus pensamientos, para situarse inexpugnablemente por encima de la influencia de cualquiera de ellos; esto puede lograrlo mediante los métodos dados en el Liber Aleph, el Liber Jugorum, el Thien Tao y en otros lugares. En segundo lugar, debe imponer un silencio absoluto sobre ellos, como puede hacerse mediante las prácticas de "Yoga" enseñadas en el Libro 4 (Parte I), Liber XVI, etc. Entonces está preparado para analizarlos, organizarlos, entrenarlos, y así aprovechar las propiedades peculiares de cada uno empleando sus energías al servicio de su propósito imperial.
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