Los Comentarios al Libro de la Ley

escrito por Aleister Crowley

traducción y notas al pie por Yemeth
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1.27.- Respondió entonces el sacerdote y dijo a la Reina del Espacio, besando sus hermosas cejas, y con el rocío de su luz bañándole todo el cuerpo en un perfume de sudor que olía dulcemente: ¡Oh Nuit, continua del Cielo, que siempre sea así; que los hombres no hablen de Ti como Una sino como Ninguna; y que no hablen de ti en absoluto, ya que eres continua!

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He aquí un profundo dogma filosófico, en cierto sentido posiblemente una explicación e iluminación de las proposiciones del "Berashith".
La díada (o universo) se crea con poco dolor para hacer posible la dicha de la disolución. Así, el dolor de la vida puede ser expiado por la dicha de la muerte.
Sin embargo, este deleite es sólo para los siervos elegidos de Nu. Los forasteros podrían ser vistos como los cartesianos veían a los animales. Pero, por supuesto, esto es sólo en el plano de la Ilusión. No hay que discriminar entre las marcas espaciales. (P.S. El Cristiano es aquel que ha consentido su propia deshonra; un renegado de la virilidad).

Nuevo Comentario

La descripción física del comienzo de este éxtasis se refiere a los hechos reales en el momento de recibir este conocimiento.
El intento de resolver Todo en Uno es un error filosófico. No explica nada; ni cómo el Uno llegó a ser, ni cómo el Dos llegó a ser. La única noción sólida es la de "Cero no extendido" con una fase de "Algo" (0º= X) que vuelve evidente la respuesta a ambas preguntas.
La idea "Uno" es lo suficientemente comprensible como resultado de la resolución del Dos. Pero en sí misma carece de sentido debido a la ausencia de coordenadas. Un punto no puede tener ninguna cualidad si no está relacionado con un segundo punto. Sólo es "alto" si hay otro que es "bajo". Ni siquiera puede decirse que exista si no hay algo que no exista.
Obsérvese la palabra "continua" repetida. Sugiere el "continuum" de la filosofía matemática moderna.
Por otro lado, la constitución de Nuit es "atómica" (verso 26) o discontinua. Ella es, de hecho, la conciliación de estas ideas contradictorias.
Es importante que captemos la situación filosófica formalmente; y esto exige un análisis un tanto minucioso. Las definiciones de la continuidad cantoriana y de la continuidad dedekindiana deben buscarse en Bertrand Russell, Op. Cit.; basta aquí con explicar que por continuidad de Nuit concibo condiciones similares a las de la esfera de agua descrita en la cita de la nota al verso 25. Cualquier punto de esta esfera es en cierto sentido indistinguible de cualquier otro punto; o al menos la distinción podría considerarse como arbitraria e ilusoria. Sin embargo, no hay ninguna razón para que no elijamos centrar nuestra atención en algún punto o sistema de puntos en particular con el fin de entretenernos, de forma análoga a la explicación antes expuesta (notas sobre los vv. 3 y 4) de la encarnación. La constitución de nuestra ilusión será evidentemente atómica. Los hechos de {...}, y de que la resta de (a) los números inductivos, (b) los números inductivos mayores que n, (c) los números impares, a partir de {...} den respectivamente cero, n y {...} como resultado, no interfieren con el carácter finito de la relación entre n y n 1. Las propiedades transfinitas de {...} no destruyen el carácter atómico de la serie de la que es suma.
Investiguemos un poco más la naturaleza de las ideas existentes. En primer lugar, Nuit, siendo la totalidad de las posibilidades de la Forma, no es sólo una serie, sino la suma de todas las series. Tenemos razón al concebir cualquier conjunto de ideas como una serie homóloga, ya que tenemos el derecho de elegir la función que servirá para ordenarlas según requiera nuestro diseño. Denunciar que tal elección es arbitraria, fantástica o irracional es afirmar la autoridad de alguna autoproclamada "mente normal" como absoluta en la Naturaleza. La incapacidad de los filósofos para trascender sus propias limitaciones mentales ha reducido todos sus sistemas a argumentos circulares, y todas sus ontologías al solipsismo, por mucho que se hayan esforzado en disfrazar el hecho con sofismas. No se puede hacer un verdadero nudo en una cuerda cuyos extremos están unidos. Todo conocimiento es relativo a la mente que lo contiene.
Consideremos números "inconmensurables", como √1 y √2. Esta modesta expresión en forma de radical es insensible a las fascinaciones del más hábil Culto Dedekindiano. Puede ser abordado con unos límites tan estrechos como decidamos designar; sin embargo, permanece un "gran abismo fijado" que es totalmente infranqueable. La expresión en forma radical simplemente no está en la serie; sería como tratar de encontrar la Conciencia haciendo secciones de microtomo del cerebro. Sin embargo, la relación entre √1 y √2 es perfectamente clara y sencilla; no hay inconmensurabilidad alguna. Es (para empezar) la relación entre la hipotenusa de un triángulo rectángulo isóceles y uno de los otros lados, en la geometría euclidiana. La dificultad a la hora de medirlos sólo puede existir en las mentes obsesionadas por la necesidad atávica de contar las vacas o las esposas con los dedos.
Permítanme entonces sostener que colecciones tales como "Los pensamientos de la vida de un hombre" constituyen una serie en el mismo sentido que los números inductivos. Esta colección se ajusta perfectamente a las "ideas" y "proposiciones" de Peano. Cada pensamiento es una cosa en sí mismo; está determinado por sus predecesores y determina a sus sucesores; está concatenado con ellos mediante el "tiempo psicológico". En resumen, cumple toda condición exigida por la definición. (La "recurrencia" de un pensamiento no es ninguna objeción, pues la identidad es superficial, como la de un dígito en un decimal largo. "Mi tía", en la que pienso ahora, no es la tía en la que pensé el año pasado, como tampoco el 4 de la segunda posición decimal en .0494 es el mismo que el de la cuarta posición).
Cada pensamiento en esta serie posee una cadena de sub-pensamientos que lo conectan con sus vecinos; estos pueden ser descubiertos mediante los métodos psicológicos apropiados. "Las Palabras de los locos son cumbres de montañas"; dos pensamientos sucesivos pueden ser comparados con dos cimas nevadas que se elevan sobre los bancos de nubes; no están aislados, sino unidos por ciertas formaciones geológicamente necesarias. Ahora bien, cada par de tales subpensamientos puede ser investigado de manera similar, y así ad infinitum. Cada pensamiento es inevitablemente él mismo, aunque esté relacionado con todos los demás pensamientos posibles. No hay dos pensamientos de los que podamos decir que uno se funde con el otro o que lo engendra necesariamente. Cualquier serie de pensamientos es, por tanto, una verdadera serie inductiva, exactamente como los "números naturales", con las propiedades añadidas de ser real y omniforme. Es atómica, ya que sus elementos son intrínsecamente individuales; y, sin embargo, es un continuo, ya que sus intervalos son susceptibles de ser subdivididos indefinidamente sin producir disminución alguna de las propiedades de la serie original. La diferencia entre los pensamientos sucesivos y los números sucesivos consiste en que insertando r términos entre p y q - p:p : p 2 : - p (2 -1) : q - aproximamos aparentemente los miembros, de modo que p-q (p 2)-(p ); mientras que los subpensamientos que intervienen entre mi sensación al despertar "En una buena mañana helada" y mi reacción "Iré a patinar" vienen a mí desde departamentos muy diversos de mi mente, y no hay dos de ellos que estén en modo alguno más estrechamente conectados con su precursor de lo que lo está su culminación en la conciencia. Pero esta diferencia es en realidad una ilusión nacida de la obsesión ya diagnosticada; el 2 está más cerca del 1 y del 3 que el 3 del 1 sólo en lo que respecta a una función particular. La plena comprensión de la verdadera naturaleza del número, tal como la concibe este Libro, debería permitir a la mente trascender sus trabas "normales".
Se objetará, sin duda, que estas especulaciones, aunque sean correctas, son estériles; o, peor aún, desalentadoras para ese estudio de las relaciones entre fenómenos que ha sido la base de todo avance del conocimiento.
Podría negar la realidad del progreso, ya que sólo ha puesto de manifiesto las autocontradicciones, y enfatizado los misterios, que nos acosan. Pero prefiero defender mi postura sobre la base de que, hasta ahora, hemos estado totalmente equivocados en nuestra actitud fundamental hacia el Universo. La única salida posible del círculo vicioso en el que estamos encerrados es negarnos resueltamente a permitirnos aceptar (1) la evidencia de nuestros sentidos, (2) los ruegos de nuestras mentes, (3) las relaciones entre fenómenos como muestras de la Verdad. Todos los objetos son igualmente capaces de transmitirnos una impresión determinada; solo es una cuestión de organizar apropiadamente las condiciones de los experimentos. Podemos añadir o quitar cualquier cualidad concebible a voluntad. Por lo tanto, "no hay diferencia"; y cada existencia es inescrutablemente ella misma. Sólo estamos más engañados a medida que multiplica sus proyecciones proteicas.
El camino apropiado es la destrucción de los instrumentos de percepción que poseemos actualmente, reconociendo que no son más que prejuicios personales que nos limitan y engañan en todos los sentidos. Nuestros sentidos nos aseguran que la tierra es plana, y que el Sol se mueve a través de ella, hasta que enmendamos sus afirmaciones con la ayuda de los instrumentos, y de la razón. Y aun así, el astrónomo con su telescopio no es menos arbitrario que el hombre de las cavernas con su ojo. Somos como el Snark en el sueño del Abogado, testigos, abogados y juez en uno. No tenemos ningún estándar que sea independiente de nosotros mismos; y sabemos demasiado bien que nuestros testigos, los sentidos, no son ni competentes, ni claros, ni dignos de confianza, ni inteligentes, y ni siquiera capaces de dar testimonio sobre las cuestiones concretas.
La mente está en una situación aún peor. Obviamente, sus juicios deben basarse en sus propias leyes, y no tenemos ni el menos fundamento para suponer que éstas posean alguna autoridad más allá de su propia jurisdicción. Sabemos que la estructura del cerebro ha sido determinada por la lucha animal por la supervivencia: se adapta a las condiciones del entorno. Es el siervo de las pasiones brutas, el simio del atavismo, el incauto del sentido y el autómata del accidente. No tenemos derecho a afirmar que sus reacciones internas se correspondan de ningún modo con el mundo exterior. Los pensadores oficialmente reconocidos apenas están empezando a darse cuenta de lo que los místicos han sabido desde que la Estrella de la Mañana brilló a través de las brumas en el horizonte de la Historia, que las Leyes del Pensamiento son sólo expresiones de la servidumbre del pensador. Aparte de la dependencia de la mente respecto a las declaraciones juradas del sentido, poco fiables, comunicadas simbólicamente y fragmentarias, y esto aparte de las imperfecciones inseparables de su origen, nuestros juicios no son necesariamente más que representaciones de la consistencia de una parte de nuestra estructura interna con otra. No podemos elevarnos tirando de los dedos de los pies. Ahora sabemos que nuestros axiomas más inamovibles son tan arbitrarios como los delirios de un loco. No hay nada que impida a un hombre afirmar que "las cosas que son ambas iguales a la misma cosa son ambas mayores la una que la otra" y construir una geometría conforme a ello: ni mediante el razonamiento ni mediante la experiencia podría demostrarse que su sistema no fuera la "verdad" de la Naturaleza. Es más, la propia palabra "verdad" ha demostrado al ser analizada que no contiene ningún significado inteligible, sino que es un símbolo empírico de lo que sólo puede describirse como síntomas de insuficiencia cerebral.
Peor aún, incluso en la medida en que las conclusiones de la razón expresan las relaciones de un animal consigo mismo, no revelan la coherencia que sería la prueba del cumplimiento de esta función limitada, sino una autocontradicción inherente que destroza la validez del proceso al completo. La "Ley de la Contradicción" es el Tribunal de última instancia que ha sido la autoridad para cada paso. Cito una vez más al Honorable Bertrand Russell, Op. Cit:

"La clase comprensiva que estamos considerando, que debe abarcarlo todo, debe abarcarse a sí misma como uno de sus miembros. En otras palabras, si existe algo como "todo", entonces ese "todo" es algo, y es un miembro de la clase "todo". Pero normalmente una clase no es miembro de sí misma. La humanidad, por ejemplo, no es un hombre. Tómese ahora el conjunto de todas las clases que no son miembros de sí mismas. Esta es una clase: ¿forma parte de sí misma o no? Si es así, es una de esas clases que no forman parte de sí mismas, es decir, forma parte de sí misma. Por lo tanto, para ambas hipótesis - qué es, y qué no es, una parte de sí misma - cada una implica su contradictoria. Esto es una contradicción, contradicciones similares ad libitum".

Este autor, tal vez la mente más poderosa de su tipo que vive actualmente, procede con gallardía a ir "más allá". Pero tarde o temprano, siempre se ahoga en la "sangre" de una nueva contradicción, o en el "barro" del misterio. Se encuentra constantemente obligado a asumir algún axioma que se ha demostrado que es imposible de demostrar, o aplastado por la certeza de que, incluso en el caso de que demostrara todas sus proposiciones, la suma de su afirmación se reduciría a que, en la medida en que él es alguien o algo, él es él mismo.
El profesor Eddington, en la magistral exposición del pensamiento moderno ya citada, presenta, con suficiente claridad, los argumentos en contra de suponer que cualquier fenómeno sea un "hecho" en ningún sentido absoluto.
Cada supuesto debe ser incompleto, simbólico y variable en función de la posición y las facultades del observador.
"Con su teoría de la relatividad, Albert Einstein ha provocado una revolución del pensamiento en la ciencia física".
"El logro consiste básicamente en esto: - Einstein ha conseguido separar mucho más completamente que hasta ahora la parte del observador y la parte de la naturaleza externa en las cosas que vemos suceder. La percepción de un objeto por parte de un observador depende de su propia situación y circunstancias; por ejemplo, la distancia lo hará parecer más pequeño y más tenue. Lo tenemos en cuenta casi inconscientemente al interpretar lo que vemos. Pero ahora parece que la consideración del movimiento del observador ha sido demasiado burda hasta el momento, un hecho que se ha pasado por alto porque en la práctica todos los observadores comparten casi el mismo movimiento, el de la tierra. El espacio físico y el tiempo se encuentran estrechamente ligados a este movimiento del observador, y sólo queda una combinación amorfa de ambos como inherente al mundo exterior. Cuando el espacio y el tiempo son relegados a su propia fuente -el observador-, el mundo de la naturaleza que permanece parece extrañamente desconocido; pero en realidad está simplificado, y la unidad subyacente de los principales fenómenos desde esta nueva perspectiva han sido, con una dudosa excepción, confirmados cuando se han puesto a prueba mediante experimentos."
Debo confesar que me sorprendí con todo el asombro cuando el eminente astrónomo no siguió tras este brillante estallido volcando la devastación de su artillería sobre las murallas de la ciudadela cuyas defensas periféricas había destrozado con tan estupendos rayos. ¿Acaso el mismo hecho de detectar tan sutilmente, y quitar tan hábilmente, la paja en el ojo de su vecino, no le sugirió que podría ser incomodado por la viga del suyo? Consciente de los errores introducidos en sus cálculos por el movimiento comparativamente estable, regular e imperceptible de su cuerpo terrestre, ¿cómo no quedarse atónito al contemplar las posibles consecuencias de tomar, como punto fijo y absoluto para la base de sus triangulaciones, un motor desconocido e incontrolable en acción violenta, errática e incalculable y que no se puede dominar ni medir, esto es, su mente? ¿Quién se atreve a presumir de haber puesto límites a las excentricidades de un cerebro que es la culminación lógica de un entorno ininteligible y accidental por un lado y por el otro de un mono caníbal casado por amor, quemador de brujas, temeroso de Dios y cazador de zorros, condimentado con tuberculosis, sífilis, locura y el resto de venenos? ¿Acaso no está todo pensamiento determinado y es indeterminable su validez, especialmente por su dueño? ¿Quién podrá decidir entonces lo que puede significar un "razonamiento fidedigno"?
Como mínimo, debemos eliminar en la medida de lo posible fuentes de error muy evidentes, como las que involucran a la personalidad (en particular). Pero además, debemos regular el movimiento de la mente, controlarlo, detenerlo. Puede ser -yo sé que sí- que en cuanto se impida que el pensamiento nos desconcierte con su torrencial agitación, nos demos cuenta de que poseemos un órgano de aprehensión más sutil y estable. Esta es, de hecho, una de las principales cuestiones de la iniciación.
Notas al pie


1 - N.del E.: Referencia a I.52, versículo en el que se mencionan las “marcas espaciales”, “space-marks”, que eran símbolos (#) que se utilizaban en las correcciones de textos para indicar que dos palabras se habían escrito juntas y debían separarse.

2 - N.del E.: Se consideran “inconmensurables” aquellos números tal que al dividirlos producen un número irracional. Este pasaje ha sido a menudo reproducido erróneamente indicando 1 y 2 en lugar de √1 y √2. Un triángulo rectángulo isósceles es uno en el que ambos catetos tienen el mismo valor. Así, h2 = c2+c2 = 2c2, así que la relación entre la hipotenusa de un triángulo rectángulo isósceles y sus lados es h2 ꞊ 2c2, es decir, si un lado tiene longitud 1, la hipotenusa será √2.

3 - N.del E.: Referencia a “La Caza del Snark”, Lewis Carroll.

4 - N.del E.: La mente intuitiva que se desvela plenamente en el Conocimiento y Conversación.