Nuevo Comentario
Luchar es el derecho y el deber de todo varón, así como de toda mujer regocijarse en su fuerza y honrarla y perpetuarla mediante su amor. Mi principal objeción al cristianismo es el 'Jesús gentil, manso y suave', el pacifista, el objetor de conciencia, el tolstoiano, el 'resistente pasivo'. Cuando el Kaiser huyó y los alemanes rindieron su flota, abandonaron a Nietzsche por Jesús. Rodjestvensky y Cervera llevaron a sus flotas a una destrucción segura. Los revolucionarios irlandeses de la Semana Santa de 1916 lucharon y murieron como hombres; y han establecido una tradición.
El propio "Jesús", según la leyenda, "endureció su rostro como un pedernal para ir a Jerusalén", sabiendo de antemano su destino. Pero los cristianos no han hecho hincapié en ese heroísmo desde las Cruzadas. El descuidado Jesús sentimental de la escuela dominical es el único superviviente; y la Guerra lo mató, ¡gracias a Ares!
Cuando las iglesias cristianas no conformistas, especialmente en América, encontraron que la doctrina del Castigo Eterno ya no era defendible, desfondaron su religión. No había nada por lo que luchar. Así que degeneraron en Centros sociales domesticados, de modo que la Teosofía con sus Hermanos Negros, la Sra. Eddy con sus Expertos en Arsénico Mental, los C.T. con sus Hipnotizadores y Jesuitas, y Billy Sunday con su Fuego del Infierno, hicieron que la carne de la gente se arrastrara una vez más, obteniendo tanto el crédito como el dinero.
El Libro de la Ley no presenta condenaciones teológicas; no obstante, ya tenemos suficientes conflictos en nuestras manos. Tenemos que luchar por la libertad contra los opresores, ya sean religiosos, sociales o industriales, y nos oponemos totalmente a los acuerdos de paz. Cada lucha debe serlo hasta el final; cada uno de nosotros por sí mismo, para hacer su propia voluntad; y todos nosotros por todos, para establecer la Ley de la Libertad.
No queremos "soldados profesionales", valientes a sueldo que han jurado no tener alma propia. Ellos "no se atreven a luchar"; porque ¿cómo se atrevería un hombre a luchar si su causa no fuera un amor más poderoso que su amor a la vida? Por lo tanto, "juegan"; se han vendido; su voluntad ya no es suya; la vida ya no es una cosa seria para ellos; por lo tanto, deambulan sin rumbo en los clubes, alcobas y camerinos; el bridge, el billar, el polo y las enaguas hinchan su vacío; con algún arañazo debido a la Gran Carrera de la Vida, ven el Derbi en su lugar.
Es posible que sean valientes; bien podrían catalogarse (en cierto sentido) junto a la rata; pero han de ser descerebrados y ociosos, sin tener meta alguna más allá de la tumba, donde, en el mejor de los casos, el azar arroja flores de falsa y chillona gloria que se marchitan rápidamente. Sirven para defender cosas vitales para su país; ¿son el cráneo que protege al cerebro del peligro? ¡Oh, cerebro insensato! ¿No hubiera sido más sabio que te defendieras a ti mismo, en lugar de confiar en el frágil hueso que te impide crecer?
¡Que todo hombre sea portador de armas, veloz en el resentimiento ante la opresión, generoso y ardiente para desenvainar la espada por cualquier causa, si la justicia o la libertad lo convocan!
"Desprecia a todos los necios". En esta última frase, la palabra "necios" no debe tomarse evidentemente en su sentido místico más profundo, ya que el contexto se refiere claramente a la vida ordinaria.
Pero el "necio" sigue siendo tal y como se describe en el Triunfo del Tarot. Es una criatura epicena, blanda y sosa, con una risa imbécil y un bonito gusto por los chalecos elegantes. Carece de virilidad, como el buey que es el significado de la letra Aleph que describe el Triunfo, y su valor es el Cero, su número. Es el aire, sin forma e incapaz de resistirse, portador de sonidos que no significan nada para él, arrastrado por su ociosidad a ataques destructivos de violencia sin sentido, incalculablemente impulsado por cualquier presión o tirón. Una quinta parte es el combustible del fuego, la corrupción del óxido; el resto es inerte, el alma de los explosivos, con un rastro de ese gas sofocante y asfixiante que es, sin embargo, alimento para la vida vegetal, así como veneno para la animal.
Tenemos aquí una imagen del hombre medio, de un necio; no tiene voluntad propia, es todo para todos los hombres, es vacío, un repetidor de palabras cuyo sentido desconoce, un vagabundo, ocioso y violento a la vez, compuesto en parte de pasiones feroces que le queman tanto a él como al otro, pero sobre todo de una nulidad inerte y sin carácter, con un poco de pesadez, torpeza y estupefacción como únicas cualidades positivas.
Tales son los "necios" que despreciamos. El hombre de Thelema es vertebrado, organizado, resuelto, firme, autocontrolado, viril; utiliza el aire como alimento de su sangre; así también, si se le privara de los necios no podría vivir. Necesitamos nuestra atmósfera, después de todo; sólo es cuando los necios se convierten en locos violentos que necesitamos nuestro manto de silencio para envolvernos, y nuestro bastón para sostenernos mientras ascendemos a nuestra cima de la montaña; y sólo si bajamos a la oscuridad de las minas para excavar tesoros de la tierra hemos de temer ahogarnos con su venenoso aliento.
|
